
¿Porqué será que, en Aragón, en cuanto llega la Semana Santa nos llega también la ciercera?.
Te vas a ver las procesiones y llegas a casa pasmadic@ de frío y deseando meter al cuerpo algo bien calentico.
Desde luego hacía tarde de "chaminera", libro y buena manta pero como no tenía el primero de los ingredientes apetecidos y tocaba ver procesión me apañé una sopica de cebolla montañesa, tan típica aragonesa que tembló el misterio.
Esto me saca al frío de los huesos en un decir "Amén Jesús".
Desde luego yo le doy mi "toque" y, por ejemplo, cambié la pastilla de caldo de carne que viene en la receta original por mi base de caldo de jamón y pollo (no muy ortodoxo para esas fechas) pero el resto de ingredientes son exactamente los mismos que viene en la receta de la pag. 62 de este libro.
También recurrí a la tecnología para hacerla menos grasa y más rápidamente ( osea que tiré de microondas, jejeje)
¡Ya quisiera yo tener un "fogaril" con su cadiera al ladico para comer una cosica con el auténtico sabor de antaño junto a una buena cherica!, pero como no los tengo, pues oye, me apaño con lo que hay a mano....
Ingredientes:
- 1 cebolla de buen tamaño.
- Aceite de oliva de Aragón, claro.
- Caldo de jamón y pollo.
- Unas rodajas de pan.
- Un buen puñado de queso curado rayado. (En Aragón también tenemos todo tipo quesos perfectos para esta receta)

Cortamos la cebolla y la ponemos en un bol que se pueda usar en el microondas, le ponemos sal, dos cucharadas soperas de aceite de oliva virgen aragonés y una cucharada de agua.
Ponemos el micro 5 minutos para que se vaya haciendo nuestra cebolla.
A los 5 minutos la sacamos, la removemos y volvemos a meter al micro otros 5 minutos.
De nuevo removemos y otros 5 minutos al micro. Ya está lista para esta receta.
Calculamos dos cazadas de caldo por persona y las ponemos a calentar.
Cuando rompe a hervir le incorporamos la cebolla que nos habrá quedado como si estuviera pochada a fuego suave. (Si la ponemos 5 minutos más hasta llega a tomar color dorado).
Mientras vuelve a hervir ponemos el queso sobre el pan y lo ponemos a dorar.
Ahora ya sólo resta servir la sopa y añadirle los trozos de pan tostado con el queso.

¡Alala, que fui bien servida y sin destemple procesional!.
Pochoncicos.